Washington D.C., EEUU – Tras la victoria electoral que convirtió al candidato demócrata Barack Obama en el primer hombre negro en lograr la presidencia de los Estados Unidos (en lo que podría generosamente describirse como «una comida de dulces»), se ha dado por terminada la centenaria práctica del racismo que desde sus inicios formó parte integral de la nación americana.
Barack Obama, cuadragesimocuarto presidente de los Estados Unidos, y el responsable de acabar con el racismo en la nación
«¡Ésta ha sido una gran victoria para todos los racistas de la nación!», aseguró Billy Bob Lee, el portavoz del Ministerio de Arianos para Subvertir la Sublevación de los Africanitos (o «MASSA», por sus siglas en inglés). «Durante siglos nos hemos visto encadenados a nuestras posiciones racistas del siglo pasado, viéndonos obligados a guardar este odio incoherente y sin sentido… ¡pero no más! Con esta victoria del Presidente Obama, la cual nos demostró que todo eso eran mariconerías nuestras, hemos decidido claudicar ante la raza negra y tender nuestras armas. ¡La victoria es suya! ¡No más racismo!».
Billy Bob Lee, declarando enérgicamente el fin del racismo
El memorando que se esparció a todos los racistas radicados a través de la nación americana pregonando la victoria de Obama y por ende el fin del racismo llegó a todas las esquinas de los Estados Unidos. Bill O’Reilly, el comentarista político de Fox News, fue uno de estos recipientes: «No saben cuánto me alegro de poder finalmente dejar de decir estupideces racistas en mi programa de televisión», suspiró un aliviado O’Reilly. «Cuando se habla de esclavitud, nadie recuerda lo extenuante que ha sido para nosotros los racistas mantener esta cantaleta de desprecio racial en contra de toda lógica a través de los siglos. ¡Que viva el Presidente Obama, y que viva esta nueva era en la cual finalmente podré dejar de decir estupideces racialmente ofensivas!».
Sin embargo, la mejor secuela de la erradicación del racismo ha sido que los omnipresentes reverendos quejumbrosos Al Sharpton y Jesse Jackson han tenido que colgar la toalla: «Hum, esto fue un giro algo inesperado», musitó el Reverendo Sharpton. «Queríamos que ganara Obama, pero esto de que se acabara el racismo como que nos tumbó el kiosko bien duro. Sin estar todo el día opinando sobre todo y acusando a medio mundo de ser racista, ¿cómo podré lograr la atención de los medios para seguir exhibiendo mi excelente peinado?». Igualmente se expresó el Reverendo Jesse Jackson: «Esto demuestra que hay que tener cuidado con lo que uno rece: ¡no es lo mismo llamar al Diablo que verlo venir! ¿A qué rayos se supone que me dedique yo ahora? ¿A predicar la palabra del Señor como cualquier otro ministro? ¡Chacho, deja eso!».
«¡Yo no me hice este alisado súper-fabu para no estar en las cámaras de televisión todos los días!», exclamó un iracundo Sharpton