«¡Maldita sea! ¡Voy a llamar al Superintendente de nuevo a la que me sigan jodiendo!», gritaba Evelyn Vázquez desde su carro al policía que acababa de emitirle un boleto por estar pintándose las uñas mientras guiaba. «Nuevamente, los ignorantes de este país la han cogido conmigo y se niegan a darme el respeto e importancia que me merezco como senadora. Mira, llevan tres días con esta jodienda, parándome por cualquier pendejá’. ¡Esto no es relajo! ¡Yo conozco al superintendente Sancha, y lo tengo en speed dial! ¡Tan pronto él me conteste la llamada, se van a joder to’s!», gritaba iracunda marcando el número del Superintendente al tiempo que empezaba a mover su carro. En ese momento observamos que nuevamente la patrulla le sonó la sirena. «¡¿Y AHORA QUÉ?!», gritó la Senadora.
«¿Señora, sabe por qué la estoy parando?», preguntó el guardia ante la inaudita mirada de una ya muy desaliñada Evelyn Vázquez. «La estoy deteniendo por manejar y hablar por teléfono a la misma vez: espere un momento en lo que le preparo una citación», ordenó el policía. «¿En serio?», preguntó una incrédula Vázquez. «¿Ustedes van a seguir? ¡¿Ustedes no saben quién soy yo, por el amor de Dios?!», gritó iracunda. «Sí, sé quién es usted, señora: usted es una de esas flejes que fue el Bombón de Primera Hora. Ahora cálmese y quédese ahí en lo que le preparo su citación», dictó el oficial mientras se despaseaba con el guille cabrón de todo policía boricua.
«Estas personas no saben el daño que le están haciendo a Puerto Rico cada segundo que paso aquí en la calle, fuera de mi silla en el Capitolio», aseguró la… ay, bendito… Senadora. «¿Quién le va a conseguir panties del tamaño apropiado a las confinadas de este país? ¿Quién va a insultar a los dominicanos en este país? ¿Quién va a organizar expediciones para encontrar tesoros en nuestras aguas para procurar fondos a nuestro erario?», increpó con aterradora convicción.
«¿Ya ven mi apuro por llegar al Capitolio? Sólo voy más rápido del límite establecido porque me muero por servir a este pueblo. Se me olvida la licencia en casa porque sólo tengo al pueblo puertorriqueño en mente. Y si voy por el carril de emergencias es porque realmente es una emergencia para el pueblo de Puerto Rico que yo llegue a mi oficina del Capitolio. Espero por el bien de este país que estos guardias dejen el relajito y me dejen por fin llegar a mi trabajo a tiempo», rogó, mientras este reportero se alejaba y le daba un high-five al policía que la paró.