«Al principio estuvo entretenido que Chemo se tirara al monte a intentar cazarme, pero ya cansa», aseguró El Chupacabras. «Como dicen por ahí, lo poco agrada y lo mucho enfada». Aclarando que una de sus resoluciones de nuevo año es «no dejarse amedrentar y darse a respetar», el exsangüinador bovino recurrió a los tribunales para asegurarse que Soto no pudiera ya incursionar en los montes de Canóvanas buscándolo. «Con esta orden de protección, si veo a ese coleccionista de arrugas a menos de cien pies de mí, podré hacer que lo arresten y que se vaya con sus loqueras a la cárcel. ¡Piensen cuánto mejor hubiera salido Moby Dick si hubiera procurado protección legal del Capitán Ahab!», exclamó El Chupacabras, mostrando no solo un sorpresivo dominio del español, sino también de la obra de Herman Melville.
Sin lugar a duda, el alcalde canovanense ha dedicado una inusitada y quizás espeluznante cantidad de tiempo dándole cacería al mítico animal, hasta el punto que hoy día se auto-denomina un experto en este. Por ejemplo, cuando un campesino en el estado de Kentucky mató a un animal misterioso y declaró que se trataba del Chupacabras, Chemo Soto rápidamente aclaró que no podía serlo primero porque «la cara [de El Chupacabras] no es como un ratón: tiene la cara redonda, ojos rojizos, las orejas como un hombre«, y segundo porque «¡el único que puede finalmente cazar a esa bestia infernal soy yo, coño!». Chemo abundó que «lo que ese jíbaro mató fue una rata lampiña, que está haciendo pasar como El Chupacabras para hacerse famoso a sus costillas. ¡Qué cosa más mezquina, estar saliendo todo el tiempo en las noticias hablando de El Chupacabras buscando fama, en vez de ponerse a trabajar en lo suyo!», exclamó el alcalde sin una pizca de ironía.
La orden de protección que procuró el misterioso animal ciertamente dificultará la misión del empecinado alcalde. «Esto es solo un pequeño impedimento en mis planes de finalmente agarrar a El Chupacabras y enfrentarlo a la justicia», perjuró Soto. «¡Si esa criatura cree que necesito estar a menos de cien pies de él para pegarle un tiro o para tenderle una trampa, no conoce la ingenuidad de Chemo Soto!», una aseveración que francamente podría aplicarle a todos los puertorriqueños. Solamente el tiempo dirá si esta orden de protección emitida por el Tribunal afectará verdaderamente la vida de la bestia montuna (y por si acaso, nos referimos a El Chupacabras, no a Chemo).