«Parece matemáticamente imposible», admitió Martín Pesante, uno de los presentes en la inauguración de la tienda, «pero JGo ocupaba casi todo el espacio de la fila, a pesar de que esta le daba la vuelta al local como dos veces. O sea, viendo ese reguero de gente desde afuera uno pensaría que había cientos de personas, pero no — era solo Jenniffer González y algunas decenas más de presenta’os. ¿Será que ella se había dado una tremenda jartera antes de hacer la fila (por eso de no pasar hambre durante la espera) y por eso estaba ocupando tanto espacio?», se preguntó el joven, arrepintiéndose inmediatamente de haber conjurado la imagen mental de Jenniffer González comiendo.
Los dueños del local habían anunciado que estarían regalando una docena de donas gratis por periodo de un año a las primeras 150 personas en fila, e inexplicablemente la Presidenta de la Cámara logró que se le adjudicaran 140 de esas 150 concesiones. «¡Ella no acababa!», exclamó horrorizada Nydia Martínez, una de las cajeras el día de la apertura. «Justo cuando creía que JGo ya había tenido su turno, de alguna manera ella todavía seguía pasando al frente de la ventanilla, como la interminable nave imperial al principio de Spaceballs. Cuando vinimos a ver, casi no nos quedaban donas, y solo habíamos atendido al 66% de JGo. ¡Todavía tengo pesadillas!», confesó temblando la empleada mientras imprudentemente mezclaba tranquilizantes con un juanetazo de ron cañita.
Por su parte, los gerentes de la nueva sucursal de Krispy Kreme indicaron estar arrepentidos por haberle dado tanta promoción a la apertura de su negocio y haber tenido que regalar tanta mercancía: «O sea, allende a la voluminosidad de Jenniffer González, jamás hubiéramos podido predecir cuánto jaiba y cachetero iba a chuparse una espera de 24 horas con tal de recibir una trapo de dona gratis», aseguraron, demostrando así que nunca habían conocido al puertorriqueño promedio.