Fuentes cercanas al gobernador intimaron que este originalmente simplemente quería nominar como superintendente interino «a un mapo con uniforme de policía y una barbita blanca», albergando aún la esperanza de que Pesquera cambiara de parecer y regresara a su puesto. Los consejeros de García Padilla, sin embargo, le advirtieron que el problema de la criminalidad en la Isla quizás ameritaba ser atajado por un ser humano y no por un artículo de limpieza con problemas de hirsutismo. El primer ejecutivo eventualmente accedió, aclarando con brazos cruzados y voz de nene enchismado: «Fain! Bot ji guont bi mai RÍAL superinténdent!«.
«Le doy la bienvenida a James Tuller Cintrón a nuestro equipo de trabajo», masculló entre dientes García Padilla aún visiblemente molesto, «pero le advierto que no se duerma en las pajas, porque ji jas bic chus tu fil y va a tener que fajarse si quiere impresionarme a mí, al pueblo de Puerto Rico, y más importante aún, a nuestra clase criminal». El gobernador le recomendó a Tuller que no se pusiera muy cómodo y que ni se molestara en desempacar mucho, porque seguramente no daría pie con bola y se regresaría a los Nueva Yores más rápido que ligero. «Al fin y al cabo, todos se van; todos me dejan», murmuró García Padilla moquicaído mientras acariciaba una foto enmarcada de Héctor Pesquera con la siguiente dedicatoria: «¡Ya te firmé la dichosa foto, Agapito! ¡No me fastidies más!».
Por su parte, Tuller Cintrón aseguró que está listo para comenzar sus labores al mando de la Policía de Puerto Rico y que ansía poder comenzar su rol de chivo expiatorio cuando la criminalidad siga subiendo. «No veo la hora de implementar mi programa anticrimen que seguramente no hará mella alguna en las estadísticas», declaró Tuller entusiasmado, «y ya empecé a practicar para ese sinnúmero de conferencias de prensa que ineludiblemente tendré que dar para explicar por qué mis tácticas policiacas no han dado resultado. Sé que defraudaré grandemente al gobernador y estoy en la mejor disposición de ser botado como bolsa en un futuro no muy lejano, cuando sea políticamente conveniente para él». El nuevo superintendente intimó que, aunque está dispuesto a hacer cualquier cosa para complacer a García Padilla, no piensa dejarse crecer la barba, teñírsela de blanco y dejar que lo llame «Pesqui».