«Esto es prueba fehaciente que la labor que he ejercido durante estos dos meses ha surtido efecto», aseguró orondo James Tuller Cintrón, el nuevo superintendente de la uniformada e incipiente baladista romántico. «Creo que hemos logrado inculcar en nuestra clase criminal, si bien no respeto a la vida, al menos respeto a las balas — o sea, que si van a detonar un arma de fuego, que sea con el propósito expreso de terminar con la vida de una persona en particular, y no a un fulano cualquiera. ¡Nuestra campaña de ‘Si vas a ser un criminal, ¡al menos sé responsable!’ ciertamente llegó a donde tenía que llegar! Creo que ahora todos podremos dormir un poco más tranquilos sabiendo que, si en la oscuridad de la noche viene un caco y nos encañona, al menos es porque en efecto quiere ultimarnos, y no porque simplemente estábamos en el lugar equivocado y un canto de plomo caído del cielo nos rompe la chola por tener mala leche».
Por su parte, elementos criminales alrededor de la Isla se hicieron eco de las expresiones del jefe policiaco: «Los guardias montaron esta campaña para que nosotros los maleantes fuéramos más juiciosos, prudentes y frugales con nuestras detonaciones de armas de fuego, y su mensaje nos tuvo mucho sentido. Hablando claro, el plomo está caro, y no hay por qué malgastarlo disparando totonamente pa’l cielo cuando hay tanto mamabicho a quien explotar aquí en la tierra. ¡Este pasado primero de enero me aseguré que todas mis balas fueran encontradas!», intimó el malhechor, quien aseguró que su víctima aún no ha sido encontrada porque sagazmente cometió su fechoría al frente de una estación de policía — donde más impunemente se puede perpetrar un crimen.
«Es posible que ahora venga algún cínico y arguya que sí hubo un fracatán de disparos al aire y que simplemente tuvimos la chamba de que todas esas balas dieran en el suelo en vez de en el cráneo de algún inocente», adelantó Tuller Cintrón, «pero prefiero pensar que todas esas detonaciones que se escucharon alrededor de la Isla fueron simplemente siquitraques o mofles ruidosos. ¡Déjenme tener aunque sea esta pequeña victoria, ¿¡OK!!?», imploró lloroso el pobre súper.