El artículo detalló cómo la actriz Camille Carrión –quien aparentemente aún está viva– suele pasar parte del año en su casa de veraneo en Francia, pero que como perdió mucho de su dinero a causa de la devaluación de los bonos locales, en vez de viajar allá se vio obligada a alquilar dicha residencia como si fuera una plebeya. Este tipo de sacrificio de parte de personas con suficientes recursos como para tener una segunda casa no le sentó bien al gobernador Alejandro García Padilla: «Hablemos claro: si eres pobre y nuestra economía está empeorando tu vida, ¿qué más da? Cuando tú estás pela’o, no importa dónde vivas el mundo es una mierda y tú eres su inodoro. Y no hay ni que pensar en la clase media, porque eso ya no existe: es una criatura mítica, al igual que un penepé que no hable inglés mal, un popular que no crea que Luis Muñoz Marín era la hostia o un pipiolo que no sueñe con visitar Cuba. ¿Pero que nuestra situación fiscal esté afectando incluso a quienes están podrí’os de chavos?», increpó el gobernador. «¡No! ¡Jamás! Not on MAI guatch!«, tronó, sin mencionar convenientemente el reguero de otras cosas que SÍ pasaron «on jis guatch«.
García Padilla recalcó cómo la clase adinerada consta de gente que puede viajar a la Isla en sus aviones privados en vez de usar líneas comerciales como hace la chusma; luego enclaustrarse en los microcosmos idílicos de los resorts de lujo o de sus apartamentos en Palmas del Mar; y acto seguido no salir de ahí ni a buscar billetes. «Si incluso ELLOS –quienes pueden gozar de las ventajas de estar en Puerto Rico sin tener que lidiar con el salpafuera que hay en la calle– están sufriendo por este problema de los bonos», se preguntó el gobernador, «¿qué esperanzas tenemos el resto de los puertorriqueños, quienes tenemos que transitar las calles emboquetadas y ataponadas las 24/7, bregar con la incompetencia y morosidad del gobierno, y aguantar ser asaltados al frente de nuestras propias casas como cualquier hijo de vecino? Si no podemos soñar con largarnos pa’l carajo y vivir en nuestro chalet en Francia cuando nos dé la regalada gana, ¿¿¿¡¡¡PARA QUÉ VALE LA PENA VIVIR!!!???», se preguntó el primer mandatario con el mismo sentido de zozobra con el cual la mayoría de los boricuas ha vivido durante las últimas décadas.