«Lo admitimos: tenemos un fetiche bestial por esas preciosuras», declaró el portavoz de la Cámara, Paul Ryan. «Nosotros creemos que nadie, no importa raza, sexo o condición mental, debe ser negado de su derecho de comprar un arma y hacer lo que quiera con esta. Todo el mundo debe tener el derecho de acariciar sensualmente ese fálico cañón, de pasar el dedito por ese gatillo, suavemente, antes de apretarlo bien duro y hacer que dispare sus… aaah… perdonen, es que de verdad esa Segunda Enmienda… ¡Dios mío!»
Se espera que el próximo paso es darle el derecho de matrimonio a los americanos con sus armas, tal como Dios siempre quiso, y que marronearán bien duro algún pasaje de la Biblia para justificarlo.