«La visita de Donald Trump fue sumamente positiva», aseguró el gobernador Ricky Rosselló entre dientes apretados. «¡Ciertamente no fue difícil para mí no agarrarlo por las solapas, jamanequearlo como pandereta de Pentecostal y gritarle en la cara que deje de estar arrojándole paquetes de papel toalla a los necesitados como si estuviera tirando camisetas en un juego de baloncesto! El punto es que hoy me doy cuenta que lo que necesitamos es precisamente ese tipo de enérgico liderazgo, indefatigable espíritu de entrega, y encomiable muestra de empatía humana que tanto lo distinguen. ¡Y también necesitamos güelemil rollos de Bounty para que absorban las aguas que aún inundan nuestras calles, nuestras casas, y peor aún, los campos de golf donde vienen a jugar nuestros turistas adinerados!».
«Trump no tiene ni que quedarse mucho rato», indicó Melinda Salazar, vecina de la urbanización Luchetti en Yauco, cuyo homónimo río se desbordó recientemente. «¡Es más, no tiene ni que bajarse el avión! Lo único que tiene que hacer es seguir arrojándonos rollos de papel toalla Bounty, Brawny o hasta marca Viva, con tal de que caigan sobre nuestras áreas inundadas y absorban ese reguero de agua como hacen en los comerciales. No necesitamos que a Trump de buenas a primeras empiece a importarle el prójimo, que honestamente quiera ayudar a un chorro de marroncitos que ni siquiera votaron por él, o simplemente que deje de ser la mierda humana que es, porque no se le pueden pedir peras al olmo… pero si su definición de ‘ayudar’ es jugar tira y tápate con la concurrencia usando paquetes de papel toalla… ¡pues dale, que peor es na’!».
Por su parte, se reporta que la reacción de Trump fue algo parecido a: «¿Qué? Yo ya fui a Puerto Rico y lo arreglé todo: ¡que dejen de seguir jodiendo!».