«Estoy destruida por la muerte de #AnthonyBourdain: yo era su fanática número uno», comentó en su página de Facebook Isidora Martínez, quien había casualmente visto uno o dos episodios de Top Chef hace algunos años. «Él seguramente tenía los niveles de escopolamina bajitos y por eso se suicidó», opinó doctamente, aunque quiso decir «dopamina», y de todos modos hubiera estado hablando mierda. «Yo tengo un primo cuyo barbero tiene un amigo cuyo yerno se suicidó, así que yo sí sé de lo que estoy hablando».
«Bah, el que se suicide es un cobarde», le dejó saber a sus amigos en Facebook Félix Estrada, quien aparentemente durante los últimos tres días ha adquirido un doctorado en psiquiatría, psicología y, aparentemente, coprología. «Las problemas en la vida se enfrentan directamente y sin miedo, como lo hago yo… ¡con alcohol! ¿Qué problema existe que no lo cure una caja de Medalla bien fría?».
«Q.E.P.D. ANTHONY BOURDAIN!!1!!1 QUÉ LÁSTIMA!1!1!», chilló mayúsculamente Lisa Almodóvar a los amigos que tuvieran la mala suerte de leer su muro el viernes pasado. «SI ALGUNO DE USTEDES ESTÁ DEPRIMIDO, BUSQUEN A JEHOVÁ PARA QUE LOS DESDEPRIMA: SOLO ÉL PUEDE AYUDARNOS!1!!», exhortó la recién bautizada experta en trastornos del estado anímico, quien aparentemente cree que la depresión no afecta a quienes creen en magos celestiales invisibles.
Según el Instituto Checo de Investigaciones Baladís, solo el 5% de los comentarios publicados en Facebook acerca de la lamentable muerte de Anthony Bourdain tenían algo útil o aunque sea correcto que decir sobre el suicidio, «¡lo que es bajo incluso tratándose de Facebook!».