La Gárgola de Barceloneta (cuyo nombre de pila, según cuenta ella misma, es Leslimar), salió el día de ayer de su escondite montuno y se entregó al primer policía municipal que se encontró. «¡Ya, me encontraron: heme aquí!», declaró, alzando la alas sobre los cuernos que adornan su cabeza. «Estoy harta ya de que gente con exceso de armas y falta de neuronas se meta en los malezales intentando encontrarme, porque tarde o temprano alguien va a escuchar un pájaro en un árbol, va a disparar, y en vez de cazar una criatura mítica como esta servidora, lo que va a hacer es volarle los sesos a algún campesino que no tiene la culpa de nada. Yo no podría vivir con ese cargo de conciencia: ¡bastante remordimiento siento ya por haberle regalado tantos titulares a periodicuchos como Primera Hora!».
«Para empezar, lo único que hice yo fue matar par de gallinitas y jampeármelas», explicó la Gárgola mientras un agente policiaco esposaba sus garras. «A quien quiera que le haya dado un antojito de Church’s a media noche sabe que está difícil sacarse algo así de la mente una vez se le mete a una entre ceja y ceja. Segundo, cualquier persona que crea en la existencia de un demonio alado de ojos rojos, afiladas pezuñas y un hambre insaciable de sangre de gallina no está lo suficientemente cuerda como para andar suelto por la calle… ¡mucho menos como para poseer armas de fuego!».
Curándose en salud, Leslimar se adelantó a añadir: «Sí, sí, ok: es claro que en efecto tal criatura mítica ya existe, porque aquí estoy yo –¡al menos para efectos de este artículo dizque humorístico que ahora lees! Sin embargo, ninguna persona sensata se supone que esté creyendo en gárgolas, vampiros o chupacabras. Esta debe ser la misma gente que cree que el PNP traerá la estadidad; o que la colonia es una fórmula política digna; o que un Puerto Rico independiente no sería tremendo desastre. ¡A mí mejor que me encierren en alguna mazmorra municipal que dejarme libre con esa gente buscándome to’as las noches por las jaldas de Barceloneta!».