«¡Ya, ok, nos rendimos!», declaró molesto Bertoldo Amílcar Ruiz de Arrizábar y Fontaneda, el presidente de la Real Academia Española. «Hemos intentado por siglos de describir la gramática y el léxico del castellano para el beneficio de todos sus hablantes, llegando incluso a simplificar algunas reglas en los últimos años para hacer el aprendizaje de la lengua algo más asequible para la plebe (como hacer facultativo el acento sobre el adverbio ‘solo’ y sobre la conjunción ‘o’ seguida de un numeral)… ¡pero aun así la gente sigue omitiendo las tildes y escribiendo una de disparates, que el cadáver de Cervantes está revolcándose como cerdo en lodo!».
Ruiz de Arrizábar y Fontaneda fue quien escribió el decreto que «elimina del castellano de manera inmediata el uso obligatorio de las tildes, diéresis o cualquier marca escrita sobre cualquier letra, es más, hasta los signos de interrogación y exclamación iniciales, que se joda», y que, al final, incluso indica que «de ahora en adelante la RAE se limitará a reunirse para tomar café, chismear y hablar del último libro de Paulo Coelho». Despechado, el presidente de la academia de defensores del idioma anunció que la RAE recogerá sus bártulos y desaparecerá de la vida pública, metiendo en cajas todos los acentos agudos, puntitos sobre las diéresis y virgulillas de las eñes que ya no serán usados por el idioma, para meterlos en «storage» (un anglicismo que ahora podemos usar con un guille cabrón porque nadie nos puede decir que está mal hecho). «¡Si ya a nadie le importa distinguir la oración: ‘Mi papá tiene 50 años’ de: ‘Mi papa tiene 50 anos’, pues entonces jódanse!», tronó, metiendo unas diéresis en una caja llena de cedillas descartadas por el castellano en el Medioevo.
«Basta usar las redes sociales por cinco minutos para constatar que ahí el español había muerto hace varios años, solo que nosotros no nos habíamos enterado», concluyó Ruiz de Arriz– etc. etc. «Cada vez que alguien escribe: ‘Ola ke ase’ o ‘No basile’, otro ejemplar del Diccionario de la RAE coge fuego espontáneamente y se inmola. Dentro de poco no habrá manera ni de verificar cómo se escribe correctamente una palabra, lo que, supongo, será la victoria total de ustedes los que no ponen un acento ni por equivocación y no saben qué se escribe con ese, con zeta o con ce. ¡Ya no importa! ¡Nada importa! Antes hubiera dicho que encuentro decepcionante la pereza gramatical y el desinterés intelectual que muchos hispanoparlantes manifiestan a la hora de intentar expresarse correctamente en nuestro idioma vernáculo, pero supongo que ahora puedo decir simplemente: ‘¡To’s usté’s están de pinga!'».