«¡Esto es inaudito!», tronó Chad Barkley, el administrador de sistema de Telegram, mientras examinaba las estadísticas de rendimiento de su sistema. «Nunca había visto un alza en el uso de CPU de nuestros servidores como lo que lo que he visto en las últimas horas. Es como si un reguero de usuarios haya decidido ponerse a borrar todos sus mensajes, uno a uno. ¡Qué paciencia hay que tener para eso! ¡Es como si tuvieran miedo que algún ‘panita’ le sacara screenshots a sus conversaciones llamándole ‘puta’ a las mujeres o haciendo alguna confabulación rayando en lo ilegal, y las publicara en las redes sociales!», concluyó el analista de sistemas, describiendo a toda nuestra clase política.
Mientras tanto, en las oficinas del Capitolio reina un silencio sepulcral, puntualizado por el desesperado claqueteo de dedos sobre teclados telefónicos y ocasionales murmullos entre dientes de: «¡Avanza y bórrate, puñeta!». Por su parte, Thomas Rivera Schatz está tranquilamente reclinado en su silla con las manos detrás de la cabeza y los pies sobre el escritorio: «Me dan pena los compañeros que sienten el deber de borrar todas las barrabasadas que escribieron en los chats privados con sus panitas. Yo estoy tranquilo porque tengo la mejor inoculación para ese problema: ¡no tengo amigos!».