Testigos oculares de los hechos aseguraron que, lejos de haber sido el asistente de William Miranda Torres quien impactó a Burgos para hacerla caer, fue esta quien lo chocó por detrás, provocando el accidente. «Nadie me puede recriminar si la persona a quien acusé de chocarme por detrás estaba al frente mío y fui yo quien le di a él: lo mío no son los detalles», se defendió la candidata penepé. «Claramente si no fue el tipo ese que causó el accidente, debió haber habido un malévolo espectro invisible corriendo bici detrás mío na’ más que para hacerme el daño». Burgos no descartó que ese mismo espíritu etéreo sea el culpable de todos los problemas de su campaña y de que los cagüeños no la quieran ver ni en pintura: «¡Yo solo sé que culpa mía, no es!».
«Esta doña lo que necesita son rueditas en la bicicleta si se cae así de fácil yendo a una milla por hora — y también necesita que le laven esa boca con jabón, porque no dijo más malas palabras porque no es reggaetonera», opinó Zulma Gutiérrez, quien estaba en las inmediaciones cuando la candidata a la alcaldía «se cayó como guanábana podrida». «A ella le dijeron que se mantuviera pedaleando al lado del pastor que organizó la actividad, pero ella quiso irse alante para figurear y en esa lucidera fue que se dio el guatapanazo. Digo, a menos que exista en efecto un ciclista fantasma capaz de impactar entes corpóreos pero incapaz de ser captado por cámaras de video, en cuyo caso, ¡a juyir, Crispín!».
«Admito que no puedo dar muchos detalles sobre ese misterioso fantasma que hizo que me rompiera la crisma», confesó Norma Burgos, quien desde el accidente se ha trasladado en silla de ruedas a ver si la gente le coge pena o la confunde con Sandra Zaiter. «Allende al hecho de que este espíritu no me quiere ver en la alcaldía de Caguas ni pa’ los pastores; de que seguramente se trata de algún popular de clavo pasa’o; y de que debe ser alguien que haya fallecido hace no mucho y todavía merodee por ahí. Aparte de todas esas pistas, no tengo ninguna idea de quién pueda ser este fantasma…», concluyó Burgos con tono juguetón, y luego tosiendo: «¡Williemirandamarín!«.