Washington, D.C. – Demostrando que la igualdad racial en los Estados Unidos ante la inauguración del presidente Barack Obama está pegada con chicle, apenas un día luego de iniciada su presidencia ya se ha reportado que el precio de la propiedad en la Avenida Pennsylvania, hogar de la Casa Blanca, ya ha bajado de precio.
Ayer martes 20 de enero se llevó a cabo la inauguración del presidente número 44 en la historia de la nación americana, y del primero que no es un blanquito riquitillo. A pesar de que muchos tomaron este hecho como una señal de que se acerca el fin al racismo en los Estados Unidos, la realidad es que con apenas un día de tener sus primeros inquilinos negros, la Casa Blanca y sus alrededores ya han empezado a sufrir bajones de precio en el mercado de bienes raíces. La residencia presidencial, localizada ena dirección Avenida Pennsylvania 1600, normalmente es el epicentro de una zona donde el precio de la propiedad es altísimo y es prácticamente imposible conseguir lotes para comprar; sin embargo, al mudarse los Obama a la Casa Blanca, los rótulos de «Se Vende» no tardaron en aparecer en muchos patios.
El rótulo de venta que puso un vecino para poder coger la juyilanga «antes de que los prietitos terminen de joder la cosa… ¡no que yo sea racista!»
«Yo no soy racista», juró Charles Theodore LeGrange, un terrateniente en el área de la Avenida Pennsylvania quien probablemente sea, no empece sus protestas, bastante racista. «Pero esa familia que se acaba de mudar a la Casa Blanca me tiene mala pinta. ¿Algún policía vino a chequear que de verdad fuera su casa? Yo al que recuerdo viviendo ahí era un señor con cara de ranchero montuno, con una esposa que se veía demasiado guapa para él, y a veces los venía a visitar dos nenas con caras de cueras: ciertamente no recuerdo a nadie de color entrando por la puerta principal de esa casa en los cuarenta años que llevo viviendo aquí (aunque por la puerta trasera, ahora que lo pienso, sí que entra y sale mucha gente oscurita: ¿será que éstos se equivocaron y entraron por donde no debían?) De todos modos me tengo que mudar de aquí», aseguró, «porque no soporto la peste a pollo frito… ¡y que me hubiera mudado yo al lado de un Church’s!».
El señor LeGrange puso su terreno a la venta, como han hecho igualmente otros vecinos del área que temen que, con el pasar de los años, se les haga más y más difícil poder recuperar su inversión inmueble. «Yo no soy racista», aseguró Patricia Helen Chesterfield, propietaria de la residencia en la Avenida Pennsylvania 1602. «Así que si estoy vendiendo este terreno que ha estado en mi familia por tres generaciones no tiene absolutamente nada que ver con la familia morena que de la noche a la mañana se apareció en la casa del lado. No es que tema que pronto amanezca su limosina to’a destartalá’ y trepá’ en bloques en el patio de en frente ni nada por el estilo, o que dejen crecer la grama tan alta que ni se vea la Casa Blanca. ¡Qué va! Es que dicen que los precios de los terrenos están bajando por alguna razón misteriosa, así que yo mejor aprovecho y vendo el mío, que con el trust fund de 400 millones que me dejó Papi no iba a poder seguir viviendo el resto de mi vida».
Así es como los vecinos ven a la Casa Blanca ahora
Como sucede cada vez que éste le pueda sacar provecho a alguna situación económica, el magnate de los negocios Donald Trump se ha dado la vuelta por el área y manifestó estar considerando comprar los terrenos que parecen estar vendiéndose por varias manzanas cuadradas alrededor de la Casa Blanca. «Yo no soy racista», declaró Trump, aclarando: «Yo soy clasista, que no es lo mismo ni se escribe igual. Si estos blanquitos comemierda tienen miedo que porque haya una familia negra por fin en la Casa Blanca de repente haya drive-by shootings por la Avenida Pennsylvania, y eso les hace vender sus valiosos terrenos a mitad de precio, por mí no hay problema alguno». Envalentonado por el potencial de poder ser el dueño de todos los terrenos que rodean la Casa Blanca, Trump ha incluso manifestado que consideraría hacerle a Obama una oferta por la Casa Blanca misma: «Claro está», aclaró el magnate, «lo primero que haría sería cambiarle el nombre a ‘Casa Trump’ y ponerle un ‘jacuzzi‘ en el patio de atrás para atraer a las jevas» (aunque fuentes dentro de la mansión ejecutiva aseguran que el ex-presidente Bill Clinton ya se había encargado de hacer esto último).
Muy tarde, Sr. Trump: Bill Clinton ya se te adelantó con esta gran adición al Baño de los Espejos de la Casa Blanca