El hombre que aterrizó su helicóptero personal (mejor conocido como un autogiro por los tres gatos que han visto ese embeleco antes) en el césped del Capitolio es solo el más reciente episodio de un ciudadano común y corriente burlando las medidas de seguridad en los edificios de gobierno. Cabe recordar que tan recientemente como el año pasado un hombre saltó la verja de la Casa Blanca y llegó hasta la entrada de la residencia presidencial sin problema alguno, en lo que desafortunadamente no es –aunque debería ser– el incidente más bochornoso que haya sufrido el Servicio Secreto en los últimos cuatrienios. Para evitar que más gente «más tostá’ que una bolsita de Chix Trix» le dé por intentar adentrarse a la mansión ejecutiva, el equipo de protección del presidente está considerando varias medidas drásticas, la primera siendo pintar la Casa Blanca con colores de camuflaje del ejército «a ver si pasa desapercibida y les da por intentar colarse en algún otro la’o».
«El camuflaje sirve muy bien en el campo de batalla», expuso el agente Jack Thomson, líder del equipo que protege al presidente, «pero en un edificio como que no sirve para mucho. Digo, quizás serviría para que la Casa Blanca pase desapercibida a personas con problemas de visión y a uno que otro venado que la confunda con maleza y se dé un guatapanazo contra ella… pero en mi opinión, simplemente pintarla de camuflaje no es suficiente para evitar que otra persona burle nuestros francamente patéticos esfuerzos de asegurar la residencia de nuestro comandante en jefe. Es por eso que estoy proponiendo emplear el típico disfraz de espejuelos plásticos con nariz, bigotes y cejas grandes y ponérselo al frente de la fachada de la mansión ejecutiva. O sea, ¡ese disfraz en un clásico por una alguna razón! Con una enorme nariz y un frondoso bigote, ¿quién diría que esa es la Casa Blanca, y no, qué sé yo, el edificio del IRS, donde la gente no quiere ir ni a buscar billetes?».
Sin embargo, los superiores del agente Thomson vetaron su idea porque, a su parecer, «sería demasiado difícil encontrar unos anteojos estilo Groucho Marx de ese tamaño» (y no, por ejemplo, porque ese disfraz no ha engañado nunca a nadie en la historia del mundo). Después de mucho estudio y debate, el Servicio Secreto anunció que ha encontrado la manera perfecta de camuflar la Casa Blanca para asegurarse que a ningún americano le dé por entrar en ella: poniendo un rótulo al frente que diga «Biblioteca Pública».