«Si aumentar la presencia militar estadounidense en Afganistán e Irán para promover la paz en el Medio Oriente a punta de cañón es meritorio de un Premio Nobel, ciertamente no hace falta ser actor para ganar un Oscar», explicó en conferencia de prensa el Presidente de la Academia de Artes y Ciencias de Cine, Tom Sherak, sobre las políticas pacifistas de Obama, que también incluyen preservar la armoniosa paz existente en Guantánamo e Irak. «De ahora en adelante, en vez de andar examinando las cualificaciones y desempeño de nuestros candadidatos, usaremos el extraordinario mecanismo del Comité Nobel Noruego», adelantó Sherak sobre el ingenioso modelo de votación del comité, consistente en seguir sacando aleatoriamente de una tómbola papelitos con los nombres de personas que hayan aparecido en el periódico durante la semana, hasta que el nombre mencionado sea reconocido por la mayoría de los votantes.
Sherak minimizó cualquier impacto negativo que pueda tener el nuevo proceso de selección que utilizará su organización, y aseguró que las controversias sobre los méritos de sus ganadores se reducirán considerablemente: «¿Tú no has visto cómo todos los países del mundo han apoyado el premio [a Obama]? Lo único que tenemos que hacer para que todos estén de acuerdo con nuestros ganadores es: (a) escoger a alguien que esté de moda, (b) que sea una selección remotamente verosímil, o (c) que pueda movilizar tropas para invadir y aplastar a cualquier disidente», aseguró confiado el presidente de la Academia. «¿Acaso tú crees que si escogemos a Obama como ganador, alguien en el Medio Oriente va a quejarse? ¡Nuestro éxito está garantizado!», expresó Sherak jubiloso.
Por su parte, el Presidente Obama se mostró complacido con los espectaculares resultados obtenidos en tan corto tiempo en la presidencia: «Es con gran humildad y profundo respeto que acepto este premio, el cual considero una afirmación de la esperanza mundial de un… je je je.. ok, ok, me rindo. Cuando me enteré de mi inminente triunfo en los Óscares, pregunté exactamente lo mismo que preguntó todo el mundo cuando me gané el Nobel: What the fuck?«, confesó un risueño Obama desde el Jardín de las Rosas en la Casa Blanca. «De hecho, al principio ni sabía quién demonios me había nominado. No fue sino hasta por la tarde que me enteré que lo que pasó fue que mi secretaria se equivocó y le envió a la gente del Nobel mi hoja de subscripción a mi revista favorita, Warmonger Illustrated. Oops! Es impresionante la rigurosidad de los procesos de nominación para un Nobel», opinó Obama sobre el totalmente razonable proceso que permite nominar a un presidente con tan solo doce días en el cargo.
A preguntas sobre su alegada falta de cualificaciones para ganar los importantes premios, Obama defendió sus credenciales y aseguró que sus premios son merecidos: «En serio, ¿tú cress que nominarme a mí para un Oscar es más ridículo que nominar a Leonardo DiCaprio, a Brad Pitt o a George Clooney? ¿O que es más absurdo que escoger a Jamie Foxx por hacer de, pues, Jamie Foxx, pero ciego? ¿Y qué me dices de seleccionar a Marisa Tomei por hacer de cafretona de Brooklyn, y a Halle Berry por su papel de puta gritona?», agregó el Presidente de manera extremadamente convincente. «Y entonces, ¿qué tiene de raro que me den el Nobel a mí en vez de a un chinito gritón que lleva años quejándose por todo, a una doñita que le ha dado con que las mujeres de Afganistán aprendan a leer, o a la mujer colombiana que estuvo jangueando seis años por el Amazonas? De verdad, no veo controversia alguna«, aseguró Obama.
El Presidente estadounidense finalizó la conferencia reiterando que sus triunfos demuestran que no existen barreras reales para alcanzar nuestras metas, por más inalcanzables que parezcan: «Primero les comprobé que cuaquiera, irrespecivo de su raza, puede llegar a ser Presidente; ahora les compruebo que cualquiera, irrespectivo de sus cualificaciones, puede ganarse el Premio Nobel de la Paz. Suck it, Gandhi!«, concluyó Obama.
Al cierre de esta edición, no habían podido confirmarse rumores de que Lech Walesa, Oscar Arias, Nelson Mandela y otros ganadores anteriores del premio planean suicidarse con el único propósito de poder revolcarse en sus tumbas.