Luego del ataque terrorista en París el pasado 13 de noviembre, el temor y la histeria se apoderaron de decenas de gobernadores estadounidenses, quienes, por razones irracionales, parecieron equiparar a las víctimas del régimen dictatorial de Bashar Al-Assad en Siria con la docena de malparidos que perpetraron los ataques parisinos. «¡No podemos permitir que entre otro musulmán más en el estado de Texas hasta que no se haya erradicado el terrorismo a nivel global!», tronó con voz trémula y pantalones probablemente defecados Greg Abbott, gobernador de Texas y macharrán de pelo en pecho que sin embargo vive atemorizado día y noche por invasiones imaginarias. «Siempre he dicho que los tejanos somos pioneros valientes y de espíritu independiente; por ende, permítanme ser el pionero en valientemente decir que, independientemente de toda lógica o sentido común, ¡no queremos admitir sirios en Texas ni en espíritu!».
Envalentonados por su postura desafiante ante «el negrito altanero ese en Casa Blanca que se cree que manda», estos gobernadores también dejaron claro que tampoco quieren que sus estados se vean «asediados día y noche por el embate inmisericorde de puertorriqueños que vienen a visitar al primo Luis con cuatro cajas de Pampers llenas de pasteles y luego no regresan a la Isla ni a buscar billetes». Por ejemplo, Rick Scott, gobernador de Florida y posiblemente un lagarto con disfraz de humano, enfatizó que «estamos hartos de ser el municipio número 79 de Puerto Rico –o quizás el número 80, porque Nueva York técnicamente es el 79– y de que tanta gente venga aquí de vacaciones al reino mágico de Disney World y no encuentre cómo regresar a la república bananera desfalcá’ de Puerto Rico. No que los culpe, claro está… ¡pero si quisiera estar rodeado día y noche por boricuas, me mudaría a San Juan, no a Orlando!».
Igualmente opinó el gobernador de Nueva York y extra de fondo en la película «The Godfather», Andrew Cuomo: «Ya está bueno, puertorriqueños, ya está bueno. Hoy día hay más boricuas en mi estado que en la Isla entera: ¿ya no es hora no solo de que dejen de mudarse pa’cá, sino de que quizás empiecen a regresarse unos cuantos? Miren, cuando las cadenas de supermercados locales empiezan a traer Malta India, Adobo Bohío y Salchichas Carmela, ahí es que tú sabes que el vecindario va de picada. Es por eso que haré todo lo posible por frenar la inmigración de puertorriqueños a Nueva York, antes de que Pitbull nos reescriba el himno estatal en ritmo de reggaetón y el dubi se convierta en el último grito de la moda».
Por su parte, Emilia Salazar, una borinqueña recién emigrada a Chicago, explicó: «Pues, ya tú sabes: los pipiolos se la pasan diciendo de que si tanto me gusta la estadidad, que hay cincuenta estados y que escoja a uno… ¡pues yo escogí a Illinois! Sí, de seguro maldeciré mi estampa gris cuando llegue el invierno y se me congelen hasta las teclas, ¡pero al menos tengo trabajo, mi nena va a una buena escuela pública y no me va a explotar un caco al frente de mi casa!».