«Supongo que muchas personas habrán supuesto que anoche saqué a cenar a Melania, mi tercera futura exesposa», vociferó Donald Trump, presumiendo que «muchas personas» se la pasan pensando en él y en su vida privada. «Pero no: a ella le di la noche libre, prestándole una de mis tarjetas Visa Infinite para que se fuera de shopping por 5th Avenue (claro está, luego de colocarle el grillete electrónico que le pongo para que no se me escape a la República Checa o Eslovenia o de donde rayos sea ella). Con quien estuve anoche fue con quien único me entiende a cabalidad; quien único me aprecia al nivel que un titán de los negocios como yo merece ser estimado; quien único se cree toda la mierda que hablo: ¡mi ego! (Pensaban que iba a decir «mi peluquín», ¿verdad, títeres?)», intimó con una inusitada guiñada zalamera.
Por su parte, el ego de Donald Trump rememoró la romántica velada: «Pues, primero El Donald me llevó a cenar a La Nourriture Chère, un extravagante bistro francés donde comimos escargot, foie gras y otras cosas igualmente desagradables pero carísimas, mientras yo le susurraba al oído como él sería el mejor presidente en la historia de la democracia. Después dimos una vuelta a través del Río Hudson en su lujoso yate (llamado, por supuesto, Trump Yacht) a la vez que yo le comentaba cómo él es lo máximo en el mundo de los negocios, en el ámbito político y en la cama. Finalmente me llevó a su opulento y fastuoso penthouse, donde me obsequió una copia autografiada de ‘The Art of the Deal’, me enseñó su cuarto de trofeos (reales e imaginarios) y me permitió sugerirle cómo trolear a Rosie O’Donnell por Tuíter. En fin, una noche mágica como nunca jamás ha tenido nadie con el hombre más romántico, más exitoso y con el pelo más real en la historia de la humanidad. ¿Cómo es posible que este macharrán no haya sido elegido presidente aún?».
El ego del magnate de bienes raíces rehusó intimar cómo terminó la cita, pero no descartó que hayan regresado al restaurante para meterse en la cocina a ver cuántos empleados mexicanos podían reportar a La Migra.