«¿Qué tiene que hacer una mujer para romper el techo de cristal impuesto por el patriarcado blanco? ¡Si fuera hombre, con las mismas cualificaciones y pasado, no decían nada! Fucking Bernie Bros!», aseguró Felícita Moore, fanática de Hillary y feminista megaentregá que no puede creer que una mujer no vote por Hillary aun cuando juzgue que hay un candidato mejor que ella. «No, pa’l carajo. ¡Conmigo que no cuenten si gana Bernie! ¡Mejor dejo que gane el partido que probablemente envíe el candidato más misógino en la historia del país y que sigan pasando leyes limitando mis derechos reproductivos!», exclamó, mientras sus ojos delataban que al final del día, volverá al rebaño el 8 de noviembre y le dará el voto a Bernie si llegamos a eso.
«Me niego a votar por una candidata en el bolsillo de Los Grandes Intereses ™», juró Alan Fernández, partidario de Bernie Sanders. «¡Mejor dejo que gane el partido que se opone a cualquier incremento en el salario mínimo federal, que quiere eliminar ObamaCare y tilda de mantenidos a las clases necesitadas!», relató Fernández, quien parece disfrutar más la idea de que él y Bernie son martirizados por el establishment a informarse sobre las diferencias marcadas entre las plataformas y alianzas de ambos partidos. «No, pa’l carajo: quiero el triunfo absoluto de un outsider. De no ganar San Bernie, que no cuenten conmigo. Me dará gran satisfacción ver a Hillary perder contra un candidato que nos espete otro megaconservador en la Corte Suprema que le quite derechos civiles a cuanta minoría existe», aseguró, haciendo cucharita al darse cuenta que va a tener que comer mierda y votar por Hillary el 8 de noviembre de ella ser la candidata.
Expertos políticos aseguraron que este fenómeno de demonización mutua, despecho fatulo y regreso inevitable al rebaño se da como reloj cada cuatro años.