El Viejo San Juan, Puerto Rico – En una inusitada aparición de ultratumba, el mártir San Sebastián se materializó en el casco del Viejo San Juan para rogar que este año se le quite su nombre a las tradicionales Fiestas de la Calle San Sebastián (celebradas en el periodo post-pentavitas), diciendo que no quiere que se mancille su incólume reputación de buen católico con «el bacanal de alcohol y la joda que se forma ahí todos los años». Una tradición que se remonta a mediados del siglo pasado, las Fiestas de la Calle San Sebastián se originaron para recordar al homónimo mártir quien pereció por la causa del cristianismo de un modo cruel e inhumano, casi tan cruel e inhumano como tratar de encontrar estacionamiento en el Viejo San Juan este fin de semana luego de haber estado en un tapón de tres horas.
Centenares de jóvenes píos decorosamente conmemorando a San Sebastián
«Yo no me martiricé no una, sino dos veces, pa’ que venga esta zafra de boricuas pariseros a dizque ‘conmemorarme’ con bebelatas, cabezudos y Ricky Martin«, anotó molesto San Sebastián. «Yo sé que ahora que el arroz con culo es el plato nacional de Puerto Rico eso debe estar bien a la moda, pero a mí por favor déjenme al margen de todo ese revolú». El mártir católico explicó que ahora las fiestas de la calle que lleva su nombre se tratan solamente de tomar alcohol y vender artesanías: «Y ni siquiera me molesta que las usen para vender artesanías, pero es que hasta eso lo hacen con las patas: primero ponen a los pobres artesanos a madrugar al amanecer de Dios para conseguir un buen lugar para sus mesitas y luego los obligan a estacionarse en las zínzoras de la puñeta pa’ que tengan que cargar con sus motetes desde la cochinchina: ¡yo no quiero que me asocien con la explotación de la clase artista!»
Un cabezudo y Ricky Martin: ustedes decidan cuál es cuál
A pesar de que muchos artesanos están de acuerdo con las declaraciones del mártir, éstos no quieren que se le cambie el nombre a las fiestas: «Mejor déjenlas así», pidió Jacinto López, un pintor humacaeño, «que aunque sea una jodienda tener que andar pa’rriba y pa’bajo con mis pinturas, al menos aquí sí que viene un chorro de gente y me pongo las botas vendiendo. Si les pusieran otro nombre a las fiestas, la gente se confunduría y no vendría na’, ¿y entonces dónde yo vendería estas treinta pinturas de flamboyanes y estas cuarenta serigrafías de casas del Viejo San Juan?» Igualmente, Juancho Martínez, propietario de la barra «La Jendía De Anoche», no estuvo de acuerdo con la petición del santo (al igual que otros comerciantes que se benefician de la clientela que traen las festividades): «Pa’ mí que el San Sebastián ése lo que tiene que hacer es tomarse una buena dosis de Amiplín 500 y darse un tececito de tatiquieto: estas fiestas no son en honor a él: ¡son en honor a la calle! ¿Cómo no se van a llamar las ‘Fiestas de la Calle San Sebastián’ si es aquí que son?»
San Sebastián llegó incluso vandalizar este rótulo con tal de desligarse de las festividades
No amedrentado, San Sebastián sugirió que si es cuestión de hacerle honor a la calle donde toman lugar, que hagan las fiestas en otro lugar y les cambien el nombre: «¿Por qué no las hacen en la Calle Tanca? Yo no sé quién o qué carajo es una ‘tanca’, pero al menos como la calle es tan empiná’, cuando acaben los revoluces sería fácil limpiarla empujando toda la basura por ahí pa’bajo. O si es que las festividades tienen que tener un motif católico, háganlas en la Calle San Justo, que a él yo lo conozco y de ‘justo’ lo único que tiene es el nombre, porque ése sí que se las trae… bueno, mejor me callo, porque si empiezo a dar detalles estoy seguro que todos sus devotos lo pondrían de cabeza para darle un escarmiento. Pero nada, volviendo a lo de las fiestas: en última instancia, ¡háganlas en la Calle Fortaleza! Así le dejan todo el cagadero al frente de la Fortaleza al Gobernador, como un regalito navideño atrasado para agradecerle de todo corazón por el IVU».