«Fue sutil, pero creo que transmitimos bien nuestro mensaje», opinó Frankie González, uno de los organizadores de la actividad. «Aunque quizás sea difícil de apreciar de primera instancia, la estrella de cinco puntas de nuestra bandera se supone que tenga uno de dichas puntas señalando directamente hacia arriba, mientras que la que usamos de telón en la tarima tenía esa punta señalando pa’bajo. ¿Qué más simbólico de lo bocabajo y eñangota’os que somos los boricuas que poniendo nuestra propia bandera al revés? Digo, aparte de colgar la bandera de los Estados Unidos bien grande por encima, poner debajo de la pecosa la nuestra bien chiquitita, y escribir sobre la monoestrellada la frase ‘¡Sí, su me’cé’!».
Como ejemplos de eñangotamiento boricua, González citó a los viequenses que no querían que la marina de guerra estadounidense cerrara su base porque creían que sufrir percances de salud o morir en un explosivo accidente eran maneras de serle fiel al Tío Sam; a gobernantes que no solo no lucharon en contra de programas federales invasivos como el Real ID, sino que lo incorporaron apresuradamente antes que ningún estado; y el sistema de justicia estatal que recibe con brazos abiertos la intervención del Negociado Federal de Investigaciones porque sabe que sin los federicos en Puerto Rico nunca se esclarecería un crimen. «Si fuéramos más bocabajo de lo que somos», concluyó González, «¡necesitaríamos un esnórquel de bucear solo para poder respirar!».
El comité timón de la Parada Puertorriqueña de Nueva York declaró que en años venideros buscará otras maneras de representar –a través de nuestra monoestrellada– la situación actual de la Isla, a saber: colgar la bandera acribillada a balazos (para representar a quienes transitan la Baldorioty de Castro); privatizar la bandera y pegarle calcomanías con anuncios promocionales (representando cómo los intereses comerciales se están quedando con todo); o simplemente no colgarla (porque está reportada al Fondo del Seguro del Estado y está cobrando incapacidad).