La advertencia de la agrupación de puertorriqueños siguió la de Marcos Gutiérrez, portavoz de «Latinos por Trump», quien indicó que «mi cultura es una cultura muy dominante e impositiva y está causando problemas», entre estos, aparentemente, que si no se frena la inmigración azteca pronto habrá «camiones de tacos en cada esquina». Añadiéndole más espeluznantes matices a esta distopía gastronómica, el grupo boricua aseguró que hay tantos puertorriqueños emigrando de la Isla «con vastos conocimientos sobre la cocción de bacalaítos, arepas y empanadillas de chapín», que es solo cuestión tiempo antes que no se pueda ir ni de aquí a la esquina en ninguno de los 50 estados sin toparse con «La #30 de Doña Yeya» anunciando especiales de «alcapurrias, maví, y agua de coco bien fríííííííííía».
«Si la cultura mexicana es fuerte, ¡imagínense cuánto peor lo es la puertorriqueña!», exclamó Josián Báez, representante del grupo de borincanos quienes, luego de haber ellos mismos emigrado al méinland, ahora no quieren que venga más nadie. «¿O acaso no recuerdan la Menuditis? ¿A Ricky Martin y su cross-over infernal que causó que millones de gringos menearan su ‘bom-bom’ y cantaran ‘She bangs’ aunque no tuvieran ni puta idea de lo que trataba la canción? ¿O la carrera multidisciplinaria de la bailarina / cantante / actriz / perfumera JLo? ¿O esos cinco años que Benicio del Toro estuvo bien pega’o? No, si es que te digo: los boricuas somos jodienda y media. Mientras más se siga vaciando la Isla de gente buscando mejores oportunidades, mayores la posibilidades de que una dulce anciana en el medio de Idaho se dé una vuelta al mercado de la esquina y se tope con un kioskito de cuchifritos con su irresistible gama de sorullitos, rellenos de yuca y piononos. ¿Qué ha hecho el americano blanquito promedio para merecerse eso en el medio de su propio vecindario?», preguntó Báez casi al borde de las lágrimas, mientras a nosotros lo que nos daba era hambre.
«Boricuas por Trump» aseguró que «solamente eligiendo como presidente a alguien tan visceralmente racista y completamente ajeno a la diferencia cultural entre los diferentes países hispanos como Donald Trump, nos aseguraremos de que se frene el influjo de más personas capaces de montar un timbiriche de frituras, un carrito de pinchos, o, peor aún, una lechonera como las de Guavate, que ahí sí que nos lleva el Diablo».