«¿Cómo no se me ocurrió esto antes?», se preguntó Ricky Rosselló, a pesar de que no debería sorprenderle tanto, porque a él nunca se le ha ocurrido nada antes. «El problema que tenemos en Puerto Rico no es de desgobierno, mala organización o corrupción empedernida… ¡es de aritmética! Si la gente buena –o sea, los que tienen los chavos para mudarse– se van, y los malos –o sea, la gente que no tiene dónde caerse muerta– se quedan, eso nos fastidia el porcentaje de ‘buenos y malos’ (que es, como todos sabemos, el índice oficial que calcula la Policía para saber cuántos agentes tirar a la calle). La solución a eso es fácil: ¡hay que decirle ‘¡bai, bai, piojitos!’ a to’s esos cacos que nos están jodiendo los cálculos! La alternativa sería buscar soluciones factibles para lidiar con el problema social de la criminalidad, pero yo no estoy para esas ridiculeces.».
El gobierno se dará a la tarea de «identificar, localizar y echarle fli» a cualquier persona que considere indeseable, «ya sea por tener un historial criminal; por nunca haber dado un tajo ni en defensa propia; o por ser un populete de mierda». Estos individuos serán «removidos forzosamente de sus hogares con to’ y motetes y puestos en el primer vuelo fuera de la Isla que cueste menos de $150» (por lo que predecimos que en los próximos días habrá muchos malandrines boricuas en aviones de Seaborne Airlines con destino a St. Croix). Según Rosselló, el plan seguirá vigente «hasta que la razón de gente mala a gente buena baje a niveles aceptables, o hasta que hayamos convenientemente exportado a todo puertorriqueño que se oponga a la estadidad –¡lo que ocurra primero!».
Por su parte, millones de puertorriqueños están anunciándose como «maleantes de la peor calaña #GetMeOutOfHere» en las redes sociales, o haciéndose miembros del PPD, «a ver si el gobierno mismo nos saca de esta olla de grillos gratis», mientras que otros opinan con anhelo: «Ay, ¡si solo empezaran llevándose a todos los políticos a las zínzoras…!».